Niñas y Adolescentes Trabajadoras del Hogar en Lima Metropolitana-Perú
Por Walter Alarcón Glasinovich
Introducción
El trabajo doméstico en hogares ajenos es una ocupación de larga data en el Perú. Ya desde la época colonial es posible encontrar formas de servidumbre en las viviendas. En aquellos tiempos las "domésticas" como se les llamaba- carecía de derecho alguno, éstas eran propiedad del patrón. Con el advenimiento de la República progresivamente de llega a erradicar la esclavitud y la servidumbre. Se les reconoce ciertos derechos, pero su situación social no se altera de manera significativa. En tiempos contemporáneos, no obstante el avance en términos jurídicos, subsiste una pesada carga cultural que somete a las actualmente llamadas "trabajadoras del hogar" a un status desventajoso en el contexto de otras ocupaciones laborales.
Evidentemente el trabajo doméstico en hogares ajenos, en la forma como actualmente existe, es un residuo de una sociedad pre-moderna donde aún no se procesa una clara diferenciación entre el espacio laboral y el hogar, como sucede en otras latitudes.
En el presente informe realizamos una aproximación inicial a la situación de las niñas y adolescentes trabajadoras del hogar en Lima Metropolitana. Hemos entrevistado a estas trabajadoras en zonas y lugares donde ellas acostumbran visitar, tales como parques públicos, bodegas o panaderías. Una manera adicional ha sido a través de las propias entrevistadas quienes nos contactaban con otras amigas que trabajaban en este oficio. Los hogares en los cuales trabajaban estas chicas pertenecen a los sectores de la llamada clase media y media-baja. Todo indicaría que en hogares de sectores pudientes se prefiere el trabajo de mujeres adultas y no principalmente de niñas y adolescentes. Adicionalmente se han visitado los principales gremios o asociaciones de trabajadoras del hogar existentes en Lima, entrevistándose a sus responsables.
No obstante que nos basamos en testimonios y por ende nuestra información no es en sí misma generalizable al universo de estas trabajadoras, es interesante indicar que en la absoluta mayoría de nuestros casos las niñas y adolescentes trabajadoras del hogar entrevistadas han nacido en departamentos de la sierra y un segmento reducido en Lima. Tenemos que un sector mayoritario de la muestra son migrantes de primera generación mientras otras son limeñas hijas de migrantes.
En las primeras el proceso de adaptación al mundo urbano es algo reciente e inconcluso. Este proceso implica necesariamente conflictos entre dos espacios culturales distintos; el andino de origen y aquel de la metrópoli. Existe un esfuerzo de incorporación a espacios educativos, amicales y recreacionales distintos a los por ellas conocidos. Este proceso de adaptación, evidentemente, genera cierta tensión. Especialmente cuando, como veremos enseguida, muchas de ellas han de transitar este período -y procesar las dificultades- sin contar con apoyo alguno. Absolutamente solas.
Por otro lado, las chicas nacidas en Lima ya están incorporadas a las normas y valores citadinos. Su aprendizaje es fundamentalmente laboral. Decimos fundamentalmente porque de todos modos se incorporan a hogares con costumbres y usos que son distintos a los suyos. Estas niñas y adolescentes limeñas generalmente poseen en la ciudad el soporte familiar necesario para procesar dicho aprendizaje y compartir eventuales frustraciones o éxitos, opción que en muchos casos carecen aquellas recientemente migrantes.
Sabemos, sin embargo, que en ambos casos, aquellas niñas y adolescentes provienen de familias en extrema pobreza.
En unos casos ellas llegan a Lima como parte de un proceso de migración familiar donde padres e hijos se trasladan hacia la capital. En otras ocasiones las chicas vienen acompañadas de hermanos y los padres se quedan en la tierra natal. Finalmente, hay quienes, como hemos dicho, vienen solas.
Creemos que este es un primer asunto al cual se ha de prestar atención. Es de utilidad para las trabajadoras del hogar con una historia migratoria reciente muy particularmente aquellas que vienen solas- tener espacios para confrontar posibles problemas de adaptación y procurar en ellas una experiencia de inserción positiva.
En estas condiciones es de interés apoyar a los padres para que ellos puedan apoyar a sus hijas. Los padres deben constitutirse en la primera base para otorgar el soporte afectivo indispensable para desarrollar personalidades sanas.
Un aspecto derivado de esta carencia de familia en Lima e incluso se puede hipotetizar de la ausencia de una vida familiar activa- es la sensación de soledad y abandono existente en un segmento importante de nuestras entrevistadas.
Muchas se sienten solas, no obstante los patrones las traten bien. Peor en el caso contrario. No hay a quien contarle los problemas. Los amigos son escasos. Casi siempre limitados al colegio u otras chicas que trabajan en el mismo barrio. Pero en ninguna ocasión, o solamente de manera excepcional, son amistades sólidas. Vivir en casa ajena cuando se es niño o adolescente, sin poder compartir con alguien los descubrimientos, las alegrías y frustraciones: la sensación de soledad es abrumadora. Durante las entrevistas, al interrogárseles si se sentían solas, la mayoría de ellas, luego de comenzar a hablar, se les nublaban los ojos y derramaban lagrimas.
Carmen, una niña de doce años, nos dice al respecto: "...me siento muy sola porque no tengo a nadie más que a los señores que son mi nada ... a nadie puedo contarle mis problemas, no confío mucho en los patrones o los hijos de la familia".
Jenny, provinciana de 17 años: "a veces me siento sola, cuando voy a llamar a mi mamá y no puedo comunicarme, hay veces que me pongo a llorar sola ..."
Blanca, una adolescente chiclayana de 16 años: "... hay momentos que a veces son difíciles porque no tengo a mis padres, pero sola los supero. Algún día les contaré a mis padres todo o que estoy pasando ... la verdad yo no he contado hasta ahora nada, siempre me he quedado callada ..."
Rebeca, cuzqueña de la misma edad, nos relata: "me siento muy sola, sola ..a nadie le cuento mis problemas, solita, ni a mi hermana ..."
Es posible seguir transcribiendo esta sensación de desamparo producto de no tener familiares cercanos y lazos amicales débiles, precisamente por estar prácticamente todo el día en la casa y salir sólo para comprar o asistir al colegio.
Existen casos donde las niñas no ven a sus padres dos o tres años seguidos. En otras ocasiones logran visitarlos una vez al año durante sus vacaciones o para fiestas navideñas. El alejamiento de los padres, justamente en este período de sus vidas, quizá no solamente afecte en el momento actual sino tenga repercusiones para el futuro.
Para cerrar esta sección veremos el tema del nivel educativo de estas niñas y adolescentes. Debe recordarse que en ningún caso la escuela fue el lugar de contacto, lo cual hubiera sido un factor de distorsión para este aspecto puntual.
Una primera situación a destacar es que todas nuestras informantes asistían al colegio. Evidentemente, corroborar si esto es cierto a nivel estadístico exige otro tipo de diseño de investigación. Sin embargo, las entrevistas realizadas son un indicador muy sugerente de la creciente incorporación a la escuela de las trabajadoras del hogar.
La educación ha logrado calar en sectores populares como una necesidad para el progreso individual. Al parecer se habría establecido entre las niñas y adolescentes trabajadoras del hogar una conciencia de la educación como una necesidad y derecho el cual se exige a los patrones. De otro lado, no parece existir oposición de estos patrones a que las chicas asistan al colegio. Todos permiten la asistencia escolar. Más adelante matizaremos esto: permiten la asistencia escolar pero para ellos- lo más importante es que cumplan con su trabajo(1) .
Aquellos tiempos donde se podían leer letreros en las puertas de las casas solicitando empleadas domesticas "con cama dentro y sin colegio", al parecer, forman ya parte del pasado.
Es necesario precisar que todas las chicas sin excepción asisten al turno nocturno. El trabajo les impide otro horario que sería más adecuado, por lo menos en la educación primaria. Asisten al colegio luego de trabajar durante el día. Es evidente que dicha asistencia no se produce en las mejores condiciones debido al desgaste físico como consecuencia de la jornada laboral. Sin embargo, las chicas al asistir aún en estas condiciones, revelan su capacidad de superarse ante los problemas que objetivamente trae su temprana participación laboral.
Un asunto lateral es la calidad de la educación nocturna. Si existen muchas y fundamentadas críticas al sistema educativo en general, quizá en la nocturna se concentren algunas deficiencias. En la medida que los estudiantes son usualmente trabajadores, las exigencias de los docentes suelen relajarse. Esto quizá como una manera de "comprender" la situación del alumnado. Las consecuencias se traducen en una formación deficiente. Las chicas llegan a secundaria y, cuando en las entrevistas se explora sus conocimientos, estos son bastantes pobres.
Mary, iqueña de 17 años: "... estudio de noche pero de día es mejor porque los profesores son más estrictos. De noche, como todos ya son grandes, el que quiere entra al salón el que no quiere esta fumando afuera ... Algunos profesores son puntuales, otros están a la hora pero se ponen a conversar con los chicos en la puerta y se demoran de entrar al salón ..."
Marisol, nacida en Lima 17 años: "los profesores deben enseñar mejor, algunos enseñan mas o menos ... en el día es otra cosa".
Gaby, limeña de 17 años: "En el día creo que la enseñanza es mejor porque toda la primaria estudie en el día y la secundaria en la noche. En el día los profesores son puntuales, en la noche no mucho ..."
Asistir es un tema, otro el atraso escolar. Prácticamente todas nuestras entrevistadas mostraban importantes niveles de atraso escolar. El atraso escolar o extra-edad tiene tres fuentes principales: la incorporación tardía a la escuela, la repetición de grado y el abandono temporal. En el caso del trabajo doméstico las tres razones se combinan.
El Grupo de Trabajo Redes, institución especializada en brindar apoyo a trabajadoras del hogar, en una investigación realizada en colegios encuentra que de 284 trabajadoras del hogar entre 12 a 17 años, solamente 2 cursaban el año que les correspondía. Es decir, 99% de la muestra tenía algún nivel de atraso escolar (3) . Calculando el promedio general de atraso escolar de las chicas, éste es de 4.6 años de atraso. El problema es, pues, de absoluta importancia; más aún cuando una de las principales expectativas de estas trabajadoras es, precisamente, la educación.
Casi la mitad de nuestras entrevistadas comenzaron sus estudios tardíamente. Si bien ellas indican diversos motivos puntuales enfermedades, fallecimiento de algún padre, migración, falta de recursos, necesidad de quedarse en casa para cuidar a los hermanos menores, etc.- en general y especialmente en zonas alejadas de la sierra, no parece entre los padres consolidarse de manera universal la importancia del ingreso escolar oportuno. Es decir, además del influjo de los motivos puntuales probablemente exista la creencia que "muy chicos no aprenden". En esta perspectiva, no tendría mucho sentido colocarlos en la escuela a los seis años, menos aún que sigan educación inicial a edades más tempranas. En una investigación en zonas andinas un sector de padres campesinos nos refirió esta tesis (4) lo cual puede ser una vía de explicación de este caso concreto en la medida que la mayoría de trabajadoras del hogar son migrantes de primera generación, provenientes de la sierra.
Las repeticiones de grados son comunes. Casi todas las entrevistadas tienen experiencias de este tipo. Esto traduce las dificultades para alcanzar un rendimiento académico adecuado en la escuela. Los factores que ellas admiten son tan diversos como la interferencia de sus actividades laborales en la asistencia cotidiana al colegio por lo cual se ven obligadas a ausentarse algunos días con la merma que esto significa, la carencia de tiempo y una infraestructura mínima en los hogares donde trabajan para poder hacer las tareas escolares, el desinterés en los contenidos educativos o la necesidad de encontrar espacios lúdicos para compartir con sus amistades del colegio, lo cual las lleva a inasistir a la escuela.
Rosemary, ayacuchana de 16 años: " dos veces he repetido porque no me gusta mucho el colegio o será porque me canso trabajando y no tengo ganas de estudiar ..."
Vilma, 14 años, natural de Junín: "sí, yo he repetido una vez porque había huelga y otra porque mi mamá no tenía plata (pasaje) para poder enviarme y a veces iba y a veces no, ese fue el problema. Ahora falto un poco, a veces dos días no voy al colegio porque tengo que cuidar a la bebita. La señora viene con su esposo, se van a las 5:30 y dicen regresamos en 10 minutos y vienen a las 9:30 y me dicen ya anda al colegio; yo les digo ya va a ser la salida y no me dicen nada ... En la casa no tengo tiempo de estudiar porque me dicen que tengo que estar cuidando a la bebe ... yo estudio echada en la cama."
Carmen Rosa, de Corongo, Ancash: "una vez repetí porque estaba enferma y faltaba, los bronquios; además mi mamá se iba a trabajar y yo tenía que quedarme con mis hermanitos ya que era la mayor de todos ... ahora falto a veces cuando mi madrina tiene que ir a trabajar y no hay quien se quede con los bebes ..."
Noemi, huancaína de 12 años: "no me gusta faltar; solo cuando mi padrino dice que tengo que acompañar a mi madrina a cobrar lo hago ... algunos profesores no entienden cuando llego tarde o cuando no llevo plata cuando piden (para materiales), me resondran y dicen que me van a bajar puntos en conducta ..."
Carmen Amelia, de Yauyos con 17 años: "Una vez me jalaron porque mi papa murió y no teníamos plata para seguir estudiando, todos repetimos el año esa vez. La otra me jalaron en varios cursos ... yo falto al colegio pero no por el trabajo, a veces me voy con mis amigos a la disco".
Si bien entre la mayoría de empleadores parece existir consenso en aceptar que las trabajadoras del hogar asistan a la escuela, la prioridad para ellos es el trabajo. Ellas tienen el deber de trabajar y luego asistir al colegio. Esta precisión es importante. En definitiva no hay conciencia del derecho a la educación entre los patrones. Los empleadores privilegian el rol laboral antes que aquel de estudiantes.
Si finalmente los empleadores son quienes tienen todo el poder en la casa y la decisión ultima si las trabajadoras del hogar van o no a estudiar, parece fundamental promover campañas públicas para incentivar a tales empleadores en respetar el derecho a la educación y quizá vía el colegio incluso convocarlos los días que se ausenten las trabajadoras. En otros términos incorporarlos más activamente y ganarlos como aliados en el respeto de uno de los derechos más elementales de la infancia y adolescencia.
El abandono temporal es otra de las fuentes del atraso en la escuela. En los testimonios recogidos el abandono temporal no es generalizado, como si lo ha sido la incorporación tardía al colegio y las repeticiones de grado. El motivo central ha sido problemas de orden familiar tales como el fallecimiento de uno de sus progenitores, la migración a Lima que corto el año de estudios, el propio trabajo o, en menos casos, accidentes de cierta gravedad que obligaron al retiro temporal de la escuela.
Rebeca, 17 años, nos relata su caso: " ... abandoné el colegio porque tenía problemas con mis familiares, así que me separé de mi familia y de ahí ya no pude estudiar. Me separé porque mi mamá y mi papá se separaron y yo me vine acá con mi hermana a vivir con mi tía."
Vilma, oriunda de La Merced, Junín explica: " un año abandoné, a la mitad del año mi mamá me llevó a Lima para buscar trabajo, después no encontramos, de ahí nos quedamos en la casa de mi tía ...".
Artemia, de Iquitos: "Cuando mi papá se fue ya no quise estudiar, dije para qué voy a estudiar si no hay nadie que me ayude. Por ahí después de dejar de estudiar ya me vine acá y volví al colegio a los 13 años."
Un tema importante es el inicio en el trabajo. En nuestro estudio de casos hemos constatado que un segmento se incorpora al trabajo a edades muy tempranas que usualmente se encuentran desde los diez hasta los doce años. La mayoría ingresa a esta ocupación en la adolescencia.
Esta información, sin embargo, es necesario cotejarla con otros estudios cuantitativos. Las encuestas aplicadas por el IPROFOTH en 1986 y 1990 a 265 y 240 trabajadoras del hogar (5) arrojan sobre este punto resultados interesantes. Según la fuente mencionada el mayor porcentaje de trabajadoras menores de edad- en ambos años en estudio- se incorpora a esta labor entre los 14 y 16 anos. Para 1990 solamente el 10% comenzó a trabajar en aquel oficio hasta cumplidos los diez años; el 20% entre 11 y 13; y el 48% inicia a trabajar de 14 a 16 años. El resto a mayor edad.
Las formas de insertarse en este trabajo pueden ser a través de una agencia de empleos, contactos familiares en la ciudad o, finalmente, avisos en las casas o diarios. Las agencias no ofertan niñas, pero sí adolescentes desde los 15 años. Usualmente los sectores sociales pudientes son la clientela de este tipo de establecimientos por el nivel de garantía que ofrecen, no obstante su mayor costo. Las solicitudes en casas ya no son muy usadas, quizá por la desconfianza por parte de las empleadoras de aceptar a una desconocida dentro de su hogar. En el caso de menores de edad, el vehículo principal para conseguir este tipo de oficio son las redes familiares de contactos en la ciudad donde viven. Usualmente los padres o parientes cercanos sirven para colocar a la niña o adolescente como trabajadora del hogar. Esto es más cierto mientras de menor edad es la hija. Difícilmente aunque existen casos más bien de adolescentes- las chicas "salen" a buscar trabajo.
La iniciativa generalmente parte de los padres y son ellos quienes buscan colocarla en una casa, que incluso inicialmente puede ser de un pariente. De ahí comienza la historia de rotación laboral, que en el caso de nuestras entrevistadas no siempre se inicio en Lima sino en otras localidades donde han migrado antes de asentarse en la capital del país.
Carmen, limeña: "... yo comencé a los doce años. Mi mamá un día me dijo que no tenía plata para la comida y mi padrastro peleaba mucho con mi mamá por mi culpa. Entonces me trajo donde la señora; me dejó y se fue. Ya no está donde mi tía en la casa donde antes vivíamos."
Rosemary, ayacuchana de 16 años: "En Ica fue mi primer trabajo cuando tenía once años, donde una señora que vendía muebles. Mi papá necesitaba plata y le dijo a sus amistades que me consiguieran trabajo y uno de sus amigos le dijo que la señora me necesitaba. Yo le ayudaba en la casa y en la mueblería.... Somos nueve hermanos y mi papá no tiene plata y nos mandó a trabajar a mi hermana Alicia y a mí; dijo por lo menos para que coman vayan a trabajar".
Blanca, de Monsefú y con 16 años: "Primerito trabaje con mis tíos ayudándole en su casa cuando iba a cumplir quince años, de ahí me pasé cuidando un bebe y haciendo limpieza a su casa de la señora. Mis tíos me consiguieron ese trabajo ... de ahí salí de ese trabajo y me puse a buscar sola, buscando y encontré un letrero, pregunté y acepté ese trabajo pero me fue mal porque no podía estudiar ... Hace una semana recién he encontrado un buen trabajo, gracias a Dios, le ayudo en todo a la señora ...".
Si bien detrás de cada biografía existen antecedentes de carencias y pobreza ancestral, usualmente la iniciación laboral tiene que ver con una coyuntura particularmente crítica en la familia que puede ser el fallecimiento del padre, la separación de ambos o la pérdida de trabajo de los adultos. La respuesta de los padres que pueden o no compartir los niños y adolescentes- es promover el trabajo de sus hijos. El trabajo doméstico es una opción donde los chicos encontrarán techo y alimentación, gastos que evitan a sus familias. Este es el supuesto. De modo que no necesariamente los padres pretenden que vía esta ocupación se genere dinero para la familia, pero por lo menos logran disminuir los gastos de ésta descargando la manutención de la o las niñas. No significa que esto se realice sin costo emocional para los padres, pero las alternativas son escasas en aquellas coyunturas críticas.
Instaladas en "su" nuevo hogar comienza el proceso de adaptación a gente con personalidades distintas y provenientes de otros referentes culturales. En la primera experiencia laboral, y si la trabajadora proviene de zonas rurales andinas, esto puede ser traumático. Las reacciones van desde el ocultamiento de su propia identidad cultural (en algunos casos chicas de distritos rurales de la sierra señalan no conocer ni siquiera algunas palabras en quechua, idioma materno para ellas) hasta la rápida y acrítica asimilación de la cultura citadina popular, o incluso la identificación y copia de patrones culturales de sectores sociales pudientes donde algunas trabajan.
El proceso de adaptación no es fácil ni rápido, y en muchos casos doloroso, especialmente en un ambiente cultural plagado de racismo soterrado. La burla, desprecio y diversas formas de humillación son formas de presión social antidemocráticas para obligar a la aceptación y uniformización a los patrones culturales dominantes. Esto, sin embargo, tiene un alto costo en la salud emocional de estas trabajadoras, especialmente a edades tan tempranas.
Una relación moderna de trabajo implica un contrato o acuerdo suscrito por ambas partes. Esto no existe en el trabajo doméstico. Ninguna de las entrevistadas firmó papel alguno donde se establezcan sus responsabilidades y condiciones de trabajo. El trato es verbal y el tiempo de duración ilimitado. En la misma línea, un reciente estudio basado en encuestas a 60 trabajadoras del hogar encuentra que solamente el 7.5% del total suscribieron un contrato, en el resto de casos el acuerdo fue meramente verbal (6) . Es decir, hay trabajo hasta que el patrón lo decida. El poder, evidentemente, está en el lado del empleador.
Veamos un poco la rutina laboral. En contraste con países industrializados donde el trabajo doméstico es una tarea por horas y con tareas muy definidas, en nuestro país y en América Latina en general- el servicio es ilimitado. Incluye tareas como lavar, cocinar, limpieza de la vivienda, niñera de los hijos menores, e incluso existen casos donde las propias chicas hacen las veces de enfermeras de ancianos o son colocadas para atender en el negocio de los patrones, todo bajo el rubro de trabajadoras del hogar. Hemos encontrado algunos pocos casos donde la chica que trabaja en una vivienda multifamiliar, contratada por una familia, es obligada a prestar servicios también para las otras familias que habitan en la misma vivienda. Es decir, el carecer de contrato escrito las expone a toda forma de abuso sin capacidad legal de reclamo.
Rebeca, cuzqueña de 17 años: " en la mañana temprano me pongo a limpiar la casa, después del desayuno me voy al taller. Al mediodía descanso de la fabrica (que está en el mismo edificio de la vivienda) y me pongo a cocinar para los señores. Después de la 1 p.m. otra vez entro al taller ..."
Vilma, con 14 años, de La Merced: " el día empieza lavando todas las cosas, yo trabajo para el abogado nomás pero tengo que bajar donde su mamá a ayudarle a hacer la limpieza, trapear, lavar todas las lozas, lavar la ropa de la bebe, de la señora, cocinar y cuidar a tres niños; el del abogado y los otros bebes que son de sus hermanos ..."
Rocío, 13 años: "Me levanto a las seis, pongo el agua para el desayuno, de ahí arreglo la cocina, de ahí la señora se levanta y se pone a cocinar y le tengo que ayudar, de ahí compro el pan y tomamos desayuno. La señora se va y me quedo con los dos bebes, les hago comer, cambio su pañal, trapeo la casa, doy de comer y les hago jugar a los bebes. Ya cuando llega la señora le ayudo a bañar, me pongo a planchar, comemos, lavo los servicios y me pongo a ver televisión antes de dormir."
Las jornadas de trabajo son bastantes extensas e imprecisas lo cual se facilita porque la totalidad de nuestras entrevistadas excepto una- están en la condición de "cama adentro". Es decir, en disposición laboral sin fronteras horarias. Sin embargo, incluso aquel caso donde la chica no vive en la vivienda donde trabaja, su horario es de 8.00 a.m. hasta 6.00 p.m., es decir, unas diez horas como jornada laboral.
Es bastante difícil para las entrevistadas precisar la duración de la jornada de trabajo. Definitivamente es más de ocho horas al día. La única investigación donde hemos encontrado información sobre este aspecto indica que trabajan entre 10 a 12 horas diarias (7) . Quizá solamente se puede indicar que comienzan muy temprano, alrededor de las 6.00 o 7.00 a.m. y culminan cuando ya no hay demanda de los patrones. Esto último depende de los empleadores. La trabajadora no se puede negar a cumplir algún encargo porque no tiene establecido un horario de trabajo. Al no existir jornada laboral como un derecho al cual apelar, todo depende de la buena o mala voluntad del empleador y cuando se está en este campo, todo es azaroso.
La legislación peruana que regula el trabajo doméstico infantil señala que tienen el derecho a descansar doce horas seguidas (Código de los Niños y Adolescentes, artículo 67). Examinemos si esto es viable. Tenemos que la jornada comienza a las 6 o 7 de la mañana y, en un caso promedio, las tareas del hogar culminan alrededor de las 5 de la tarde. Esto es lo socialmente aceptado, lo cual no quiere decir necesariamente justo. Significa 10 u 11 horas de disposición laboral evidentemente hay descanso para desayunar y almorzar- pero para esto tampoco hay un horario fijo como en cualquier otro empleo. El colegio supone 4 horas, sin contar el tiempo del transporte público. Esto hace un total de 14 horas entre trabajo y asistencia escolar. ¿Cómo es posible ejercer el derecho a 12 horas de descanso continuo si solamente al día le quedan 10 horas más?, repetimos sin contar transporte publico y otros. Evidentemente en esta estructura la niña o adolescente no tiene en el hogar ni una hora para hacer tareas del colegio. Sólo contabilizamos su asistencia al centro educativo.
En suma, regular las horas de descanso y no aquellas de trabajo tiene dos consecuencias: primero, es imposible cumplir con las doce horas de descanso seguidas y a la vez asistir y cumplir con el colegio; segundo, deja a las trabajadoras del hogar sin el derecho elemental que gozan todos los trabajadores para reclamar determinados márgenes en que se inicia y culmina su jornada de trabajo; legalmente están doce horas al día a expensas de los requerimientos del patrón.
Noemí, huancaína de doce años: "No me gusta que me manden a comprar a cada rato y después cuando me hacen levantar temprano para acompañar a mi madrina a cuidar de su panadería y a contar los panes para repartir en las tiendas. Me siento muy cansada. Cuando hay mucha venta dormimos tarde ... tengo que esperar a mi madrina y me duermo en la banca hasta que termine de sacar sus cuentas".
Una cara de la moneda es la duración de la jornada y el esfuerzo que ésta involucra, el otro lado es la retribución económica recibida. Si los empleadores son generosos en la exigencia, por el contrario demuestran ser más bien reticentes en el tema de las remuneraciones.
A diferencia de otros trabajadores, legalmente para este oficio no está estipulado un salario mínimo. Este depende del acuerdo a que se arribe generalmente con la dueña de la casa. De igual modo el incremento del salario inicial es indeterminado en el tiempo. Según la información que poseemos en ningún caso la remuneración alcanza el salario mínimo vital: la peor pagada de nuestras entrevistadas gana 60 soles al mes mientras la mejor 240 soles. Es probable que las trabajadoras del hogar adultas comparativamente estén mejor remuneradas. Esto, evidentemente, está ligado a la capacidad económica de la familia, donde en los estratos de menor ingreso se encuentran los salarios más bajos.
Carmen Rosa, nacida en Corongo, de 17 años: "Antes ganaba 120, pero ahora mi madrina salió de su trabajo y tiene un trabajo donde le pagan poco, por eso pues me pagan 60 soles.. .. ella trabaja en el Hipódromo de Monterrico y el señor en la Universidad del Callao."
Rebeca, 17 años: "A mí me pagan depende de lo que se venda, sino me dan 70 semanal, así nomás. Eso es por trabajar en el taller y en la casa, por las dos cosas porque estoy un rato en el taller, un rato en la cocina ..."
Vilma de 14 años: "Yo gano 100 soles pero no me pagan puntual. La esposa del abogado me regaló un polo, me dijo toma te regalo esto .El día que llegó el mes me dijeron que me iban a pagar y me dan 40 soles nomás; yo le dije pero señor necesito para darle a mi mamá y para mi colegio. No, no tenemos más plata, además te vamos a descontar todo lo que has derramado la leche y lo que has derramado el Ace y lo que gastas tú y el polo que te ha regalado mi esposa ...".
Los abusos pueden ser extremos y las chicas no tienen contrato que precise sus remuneraciones ni instancia en la cual se pueda resolver realmente su caso. Terminan resignándose. Ciertamente existen hogares donde no se presentan estas situaciones, pero, aún en el mejor de los casos, la remuneración de estas trabajadoras, reiteramos, difícilmente llega al salario mínimo vital.
El hecho que el espacio de vivienda sea también el espacio de trabajo y que esto implique compartir alimentación y habitación entre patronos y trabajadores, distorsiona tremendamente el tema de los ingresos. Quizá esta sea la razón por la cual la legislación omite establecer un salario mínimo. El problema de fondo es que el trabajo doméstico es un rezago de formas serviles o feudales que se articulan con formas de relación laboral modernas como es el salario. Esto requiere ser resuelto porque de otro modo la parte más débil, es decir la trabajadora, permanecerá expuesta a toda forma de abuso y explotación.
Si ser mal pagadas es un problema importante, peor es no recibir ningún tipo de remuneración. Nuestra información indica que son las más pequeñas las que corren más riesgo a esta forma de explotación. Como era previsible, aquí se encuentran los casos donde, ante la ausencia de los padres, las "madrinas" se encargan de las niñas. Generalmente éstas son parientes que dicen asumirían el cuidado de la niña en la ciudad; en otros casos son señoras que a través de conocidos toman contacto con los padres en el campo y se ofrecen cuidar la educación y futuro de sus pequeñas hijas. Cualquiera sea el origen, en la ciudad las chicas se encargan de todo y muchas veces ni siquiera se les permite ir al colegio. Todas estas transgresiones a sus derechos en un manto de paternalismo y supuesta sobre-protección.
Noemí, huancaína de 12 años: "No me pagan, pero me dan casa y comida y cuando le digo a mis padrinos que quiero trabajar en otro sitio para que me paguen, me dicen que estoy muy chiquita y la gente busca chicas más juiciosas de 15, 16 años ..."
Es absolutamente difícil conocer la envergadura de este fenómeno de las "madrinas", no obstante la fuerte sospecha que en esta condición están las pequeñas más explotadas. Un estudio sobre la base de 200 trabajadoras del hogar encuestadas encuentra que solamente el 8% vinieron a Lima con sus "madrinas" (8) . Este dato debe tomarse solamente como una referencia. Para focalizar una investigación en las chicas sujetas a las "madrinas", el hogar, evidentemente, no puede ser el espacio de la entrevista; una mejor opción quizá sea la escuela. Sin embargo, aquel segmento de chicas más encerradas en el dominio de la "madrina" precisamente no acuden a la escuela. Es sustantivo desarrollar una metodología adecuada para investigar y proponer acciones ante esta forma de explotación infantil.
Además de la duración de la jornada e ingresos, es fundamental explorar temas como el seguro social, o el goce de vacaciones anuales pagadas.
Lo primero que llama la atención es que absolutamente ninguna de las entrevistadas conoce sus derechos laborales. El Código de los Niños y Adolescentes, no solamente no les es familiar, sino ni siquiera lo han escuchado mencionar, menos aún aquella Ley de los Trabajadores del Hogar de 1970, vigente en la actualidad.
Este desconocimiento de sus derechos laborales dificulta la posibilidad de su defensa. Es imprescindible divulgar, quizá en las escuelas nocturnas, las medidas de protección que la ley ofrece.
"¿Seguro social? no sé que es eso". "No, no conozco". "¿Seguro?, creo que eso es para los adultos".
"En el trabajo me han dicho que tengo que trabajar los feriados". "Yo trabajo todos los días porque no sé salir solita". "... Solo en navidad y fiestas patrias me han dicho que no voy a trabajar".
"Vacaciones todavía no he tenido". "No, no me dan vacaciones". "A veces he salido de vacaciones".
Mary de 17 años es más contundente: "No conozco la legislación pero igual ,las leyes no nos protegen de nada porque cuando a mi papá lo despidieron, con leyes, nadie lo apoyo ...".
Hay desconocimiento de parte de las trabajadoras. No tenemos evidencia si por el lado de los empleadores hay desconocimiento o simple desacato a la ley.
Es interesante notar que, aunque sobre derechos laborales jamás hayan escuchado sí tienen alguna lejana noción de los "derechos del niño". Este tema de alguna manera ha calado incluso en estos estratos hasta ahora relegados por las políticas públicas.
Susana, huancaína de 17 años: "Si he oído de los derechos de los niños que no nos pueden maltratar, que se puede denunciar a la comisaria ..."
Marisol, cuzqueña de 15 anos: "... derechos? No sé, sólo dicen que no nos pueden maltratar."
Hansel, 11 años: "Mi profesora me dice que tenemos derechos, que hay que hacerse respetar...".
La propia legislación vigente debe ser revisada en temas cruciales como en el tema ya mencionado sobre la regulación de las horas de descanso y no de la jornada de trabajo, o el tema de la prohibición del trabajo nocturno en los adolescentes, no obstante que esto es absolutamente cotidiano en el trabajo doméstico de los menores de edad. En casos consideramos que el propio texto legal es inadecuado, mientras en otras ocasiones no existen los mecanismos para que se fiscalice su cumplimiento.
En el marco de una vivienda ajena, a la desprotección en términos de condiciones de trabajo debe incluirse el riesgo a diversas formas de maltrato.
Gladys , 14 años: "... a veces me tratan bien, pero más me tratan mal. Me paran gritando. La bebe a veces llora y me dicen tú le has pegado... la vez pasada me enfermé y tengo que seguir nomás; me agarró la tos y estuve con mi menstruación, con un dolor en la barriga y la señora me dice vas a trapear acá abajo; le digo señora, pero estoy mal, apenas estoy haciendo las cosas de su hijo; y me dice: no,no, tienes que limpiar toda la casa. Me hizo limpiar todo, echar agua, no terminé y cuando vino su hijo le contó. Peor, me descontaron diez soles".
Blanca, 16 años: " ... sí, me han humillado más que todo el señor me trataba mal. Me acusaba de que yo me agarraba la plata, pero yo nunca he sido eso. Al final recién el señor dijo que él se agarraba la plata, entonces la señora descubrió que su esposo era el culpable y no yo ..."
Noemí, 12 años: " ... cuando me dieron el vuelto con billete falso me resondraron, me dijeron que porqué no aprendía y una vez que mi mamá iba a llegar, mi padrino me regaló una bolsa de panes, yo estaba muy alegre y cuando vimos con mi mamá todos eran panes duros; yo me dije cree que porque somos pobres nos puede dar sobras, no me gusto".
Carmen Rosa, 17 años: " Una vez me acuerdo, me metieron a la ducha porque se rompió el macetero y yo no lo había roto, pero lo había soltado otra chica. Entonces la señora me metió a la ducha así nomás ..."
Ciertamente esto no es generalizado en todos los hogares existe un segmento de empleadores que aconsejan y apoyan el desarrollo de las trabajadoras- pero estos abusos están presentes y tampoco es excepcional. La trabajadora del hogar es la primera sospechosa prácticamente de cualquier objeto que se rompa o extravíe. Si ya la sospecha sin evidencia alguna es humillante; no menos lo son los descuentos injustificados, gritos o incluso castigos físicos. Nuevamente el desamparo es abrumador. No necesariamente la trabajadora es culpable, pero eso no importa. El patrón es parte afectada y juez inapelable.
A partir de las entrevistas recogidas por nosotros es sumamente aventurado correlacionar la existencia y formas de maltrato con el estrato social al cual pertenece el hogar en el que se trabaja. Se puede adelantar, sin embargo, que en hogares donde las relaciones entre sus integrantes se procesan fundamentalmente de manera violenta, habrá mas probabilidades de un trato igualmente violento contra la trabajadora. Si esta hipótesis es cierta, provocar un ambiente laboral exento de maltratos implicaría, entonces, trabajar en la línea que el hogar como un todo mejore sus relaciones interpersonales.
Las formas de maltrato son múltiples; además de los ya mencionados, hay expresiones racistas, segregación en los tipos de alimento, habitaciones o lugares de descanso absolutamente impropios y formas de acoso sexual.
"Yo duermo en el sofá de la sala ..."; "En el cuarto donde está la computadora duermo"; "me dieron un baño para usarlo, pero yo no entraba porque estaba lleno de telarañas"; "yo duermo en la sala, o sea, tengo un colchón que todas las mañanas lo enrollo y en la noche lo tiendo en el piso ..."
"A mí me dan todo lo que comen ..." ; "me dan tres veces al día, igual que todos, desayuno a veces porque no me alcanza el tiempo para trabajar ..."; "comemos igual, lo que haya."; "yo no, me mandan a comprar 50 céntimos de verdura aparte para hacer sancochar, aparte me dan un tapercito de Ayudin con azúcar y sal para un mes, para hacer durar. Me hacen cocinar la mitad de un cuarto de fideos para todo el día ..."
"Me gritan, me dicen que soy una chola que vengo a trabajar porque no tengo casa ..."
No podemos transcribir tantos casos muchos dramáticos que las chicas cuentan consternadas- donde se evidencian estos maltratos. En general nos queda la impresión que la segregación en el tipo de alimentos es excepcional. No hay alimentos diferenciados. Sin embargo, prácticamente todas las entrevistadas toman sus alimentos separados de la familia en cuyo seno viven y trabajan. No obstante que la cultura nuestra sostiene un racismo soterrado, no hemos encontrado en nuestros casos signos de un desprecio racial generalizado. Los casos que en nuestras entrevistas grafican este problema son aislados. Un problema más común siempre nuestro marco de referencia son las entrevistas aplicadas- es la inadecuada habitación o lugar donde las trabajadoras duermen. En este caso particular queda claro que las peores condiciones de vivienda la ofrecen los hogares de la llamada clase media baja.
Un aparte queremos hacer con el tema relativo al riesgo de acoso sexual. En las 23 entrevistas realizadas para este informe solamente hemos recuperado dos casos de acoso sexual, no obstante que las entrevistadoras fueron igualmente mujeres, hecho que supuestamente facilitaría a las trabajadoras jóvenes hablar sobre este problema. Quizá no se halla entablado un nivel de confianza adecuado para abordar con sinceridad un tema tan intimo y difícil o, en su defecto, realmente nuestras entrevistadas no habían sufrido estos problemas. Cualquiera sea la razón, existen otras fuentes que indican la presencia de acoso y eventualmente abuso sexual en el trabajo doméstico.
En este sentido queremos mencionar que el Grupo de Trabajo Redes en una entrevista a 284 trabajadoras del hogar entre 12 a 17 años encuentra que 27 casos 10% del total- habían sufrido intento de abuso sexual en el trabajo. En la absoluta mayoría de casos 81% del total- las víctimas tenían 15 o más años de edad (9)
Otro estudio basado en 120 entrevistas a trabajadoras del hogar -mayores y menores de edad, con un promedio de 29 años- informa que el 25% de ellas habían sido víctimas de intento o abuso sexual consumado en el hogar donde trabajan (10) .
En una primera aproximación tenemos que el acoso y el abuso sexual en trabajadoras del hogar niñas y adolescentes es un problema existente. El riesgo siempre está. Sin embargo, la gran mayoría no son objeto de estos ultrajes. En la encuesta del Grupo de Trabajo Redes el 90% de niñas y adolescentes entre 12 a 17 años no había sufrido este problema.
En segundo termino, dicho riesgo para la trabajadora aumenta conforme se pasa de la infancia, hacia la adolescencia y la adultez. Cálculos nuestros a partir de la encuesta del Grupo de Trabajo Redes indican que 8% del total de niñas entre 12-14 anos de edad trabajadoras del hogar fueron objeto de intento de abuso sexual. En el caso de adolescentes entre 15-17 anos, la población que sufrió este problema se eleva a 10%. Finalmente, en el estudio antes citado y referido fundamentalmente a población adulta 29 años promedio de edad- el porcentaje de mujeres objeto de esta situación se eleva a 25%.
Tenemos, pues, que ésta es una ocupación donde sea el acoso o el abuso sexual consumado llega alcanzar cifras preocupantes: 1 de cada 4 trabajadoras del hogar adultas habrían pasado en su vida alguna vez por esta situación.
El problema es que mientras son más pequeñas menor es el conocimiento relativo a que acción tomar. Ante la eventualidad sencillamente no saben que hacer. Es por esto de central importancia, de un lado ofrecer apoyo psicológico y legal en caso necesario para aquellas que han sido abusadas; pero también realizar acciones preventivas para proteger a las chicas ante estos atropellos. Las escuelas siempre son espacios interesantes para estas tareas.
Es importante anotar que solamente con excepción de un caso, la absoluta mayoría de las entrevistadas declara que no quería ser trabajadora del hogar. Tenían que serlo, pero no es lo que ellas deseaban. Sin embargo, sin otra oportunidad laboral o conocimiento especializado, para ellas el trabajo doméstico es casi la única opción en este momento de sus vidas.
Noemí, 12 años: "... no me gusta pero por ahora solamente puedo ser eso porque sino, adonde iría? En Huancayo no tenemos casa y mi mamá está juntando plata para que se compre su terreno y nos lleve ..."
Gladys, 16 años: "Pienso que algún día voy a dejar de ser empleada, mientras estoy estudiando para superarme ... terminar mis estudios y estudiar para costurera e irme a una fábrica, esas son mis esperanzas. Todas las chicas que trabajan en esto piensan cada una de ellas que debe seguir adelante."
Susana, huancaina de 17 anos: "yo no quiero ser empleada porque no quiero que me sigan mandando, que me sigan diciendo que hacer ...".
Las chicas no parecen encontrar un nivel de satisfacción laboral, sino todo lo contrario. Existe una critica implícita a la ocupación que realizan. Esta labor es para ellas una obligación derivada de sus condiciones sociales y familiares.
Ellas asumen el trabajo doméstico en hogares ajenos como una actividad eminentemente temporal, en muchos casos, hasta que culminen sus estudios. Después la expectativa es abandonar el oficio de trabajadora del hogar y mejorar laboralmente.
Existe una alta valoración a la educación. Esta es percibida como uno de los pocos canales de ascenso social que está a su alcance. Sin embargo, como ya lo hemos indicado en una sección anterior, la educación que reciben usualmente en escuelas nocturnas- no es la más adecuada. Si esto último no se modifica todo apunta a convertirse en una cadena de frustraciones acumuladas. Aceptan hoy en día el trabajo doméstico mientras estudian para "ser algo en la vida". No obstante, en el futuro inmediato, al culminar sus estudios comprobarán que éstos fueron, en muchos casos, deficientes para avanzar en términos académicos. Algunas trabajadoras señalaron que querían ser profesoras de primaria, enfermeras o estudiar computación. Esto implica avanzar en estudios más especializados que sin una base académica más o menos sólida no podrán abordar de manera exitosa. El riesgo es regresar al punto de inicio. Culminados los estudios y sin estar bien calificadas, habrá que aceptar casi cualquier oficio. Romper esta cadena nos exige, entre otras tareas, provocar cambios en la escuela nocturna. Por lo menos hay dos elementos a considerar: de un lado, una mejor formación académica; pero de otro, ésta debe estar más fuertemente orientada a saberes y capacitaciones en las llamadas carreras cortas.
En las trabajadoras del hogar entrevistadas no existe pesimismo al mirar su futuro. Todo lo contrario, sus palabras están permeadas de un optimismo juvenil; aquel capaz de transformar las condiciones más adversas en favorables. Será muy difícil, pero esta actitud es un punto de partida sumamente importante a considerar en cualquier intento de coadyuvar en promover un desarrollo más integral de estas niñas y adolescentes trabajadoras del hogar.
Si bien tenían una opinión critica respecto a la ocupación laboral por ellas realizadas, quisimos indagar -para poseer un marco de referencia más amplio- sobre sus opiniones respecto al trabajo de los niños y adolescentes en general.
Con excepción de dos casos, el resto de entrevistadas manifestaron que los padres tienen la responsabilidad principal de cuidarlas.
Las opiniones de estas niñas y adolescentes no son producto de discursos aprendidos, son resultado de sus experiencias personales, tanto en el plano de sus familias como en el espacio de trabajadoras del hogar.
Juana, 12 años: "Pienso que está mal que los niños trabajen porque sus papás deben cuidarlos, hacerlos estudiar y por eso tengo cólera a mi papá porque no importa que se hubiera ido, pero no nos da nada ..."
Rebeca, 17 años: " ...es injusto que los chicos trabajen, no creo, yo debería estar con mi familia, con mis padres."
Blanca, 16 años: " ... pienso que no porque se pasa por momentos difíciles. Bueno, no es justo pero ¿qué se puede hacer?; cuando uno tiene que salir adelante tenemos que esforzarnos, tal vez algún día nos sirva de algo."
En esta sección final quisiéramos precisar algunos ejes sobre los cuales se ha de intervenir en la perspectiva de colocar la ocupación que estas chicas se ven presionadas actualmente a realizar en el marco de los derechos que ellas tienen y merecen ejercer.
Un primer asunto del todo elemental e indispensable abordar consiste en profundizar el conocimiento sobre el problema de las trabajadoras del hogar en el Perú. Es absolutamente sorprendente la escasa bibliografía analítica y estadística sobre este tema, no obstante que el trabajo doméstico en hogares ajenos ocupa a un segmento muy significativo del trabajo infanto-juvenil femenino. Desde el punto de vista de la necesidad de formular o mejorar las políticas públicas sobre este problema se hace necesario dimensionar la magnitud y características centrales de quienes realizan este oficio.
El proceso de adaptación social, cultural y psicológico de las chicas migrantes recientes no es sencillo. No solamente se trata de adaptarse a una ciudad que desconocen sino también de convivir en un hogar ajeno, en las condiciones donde un segmento de ellas carece de familiares en la capital. Aparecen problemas de identidad que, por ejemplo, se expresan en algunos casos que niegan conocer palabras en quechua (siendo ellas de zonas quechua hablantes). Está el doloroso tema de la soledad tan dramáticamente expresado por nuestras entrevistadas. Este es un problema no visible para muchos, pero muy serio para ellas. Es por esto necesario promover o fortalecer espacios donde las chicas puedan expresarse, compartir y procesar los problemas. Probablemente las asociaciones o gremios de trabajadoras del hogar deban desempeñar un rol mas activo ante este problema. Como en otras áreas, la radio a través de programas especializados podría brindar un espacio de ayuda y asesoramiento a las trabajadoras del hogar que así lo requieran.
Un elemento de sumo interés para las trabajadoras del hogar es la educación. Todas quieren estudiar y la absoluta mayoría logra acceder al colegio. La educación que reciben en el turno de la noche, sin embargo, es bastante deficiente. De otro lado, la carga laboral dificulta tanto la asistencia regular como prepararse académicamente en casa. Esto nos coloca ante tareas complementarias pero disímiles. Provocar mejoras en la educación nocturna es necesario. Aunque pueda ser poco, por lo menos debemos promover que la educación nocturna sea del mismo nivel que la diurna, tanto en el sentido de la enseñanza como de la exigencia. Para esto quizá sea necesario investigar en detalle la problemática de la educación nocturna para encontrar los ejes de intervención específicos. De otro lado, decíamos en el texto que los empleadores privilegian en las chicas su rol como trabajadoras antes que estudiantes. Es importante diseñar estrategias para ganar a los empleadores como aliados de modo que ellos asimilen la educación como un derecho de estas trabajadoras. Dado que la población objetivo es masiva, posiblemente campañas a través de los medios de comunicación ejerzan algún impacto.
Hemos visto que las condiciones en que trabajan estas chicas son absolutamente injustas. Sin normas legales que expliciten la duración de su jornada de trabajo ni un salario mínimo al cual se tendría derecho; o, cuando tales normas existen, como con el seguro social o las vacaciones anuales pagadas, simplemente no se respetan. En este sentido es fundamental realizar un examen de la normatividad especifica que rige a las trabajadoras del hogares menores de edad para adecuar dicha legislación a la Convención Sobre los Derechos del Niño. En el ámbito de América Latina, Perú es uno de los pocos casos que regula las horas de descanso y no la jornada de trabajo como si lo hacen las legislaciones de Ecuador, Bolivia o Brasil (11) . Si bien se puede argüir en que aquellos países donde se regula la jornada laboral del trabajo doméstico, ésta no se cumple, lo cual es cierto, habría que recordar que la diferencia la marca el poseer un derecho al cual demandar o carecer de todo derecho. Es necesario, pues, examinar la dimensión legislativa. De otro lado, se hace perentorio dotar los mecanismos operativos para que la legislación se cumpla. A su vez es necesario difundir en las escuelas nocturnas los derechos que hasta el momento el estado ha establecido sobre las trabajadoras del hogar. Ellas no conocen sus derechos. No tenemos evidencias si los empleadores conocen tales derechos o los incumplen de manera interesada. Por tanto es importante mayor difusión masiva de tales derechos. Finalmente deben fortalecerse las instancias existentes de protección a estas trabajadoras tanto a nivel del estado como de las organizaciones sociales- y crear espacios de denuncias y resolución de sus problemas.
Un asunto presente son las diversas formas de maltrato y humillación, que en un segmento aparentemente reducido de niñas y adolescentes se expresa a través del abuso sexual. En realidad carecemos de investigaciones que ofrezcan evidencias sobre la magnitud adquirida por este problema para el caso de menores de edad. Los hallazgos sugieren que no es extendido. Sin embargo esto no le resta importancia. Estamos hablando de chicas menores de 18 anos de edad, un segmento sin familiares en Lima que sirvan de apoyo emocional, sin mayor experiencia de vida y violentadas. Es fundamental desarrollar estrategias no solamente para atender el daño sino principalmente para prevenirlo. En este último campo los medios de comunicación masivos deben ser nuevamente transformados en aliados útiles. Aunque parece haber cedido espacio cultural, debe fortalecerse la lucha contra aquella concepción feudal que otorga supuestamente al patrón el "derecho" sexual sobre sus trabajadoras. Un tema que debe profundizarse son las sanciones al abusador y los mecanismos de apoyo psicológico a la chica abusada.
Para culminar con este intento de identificar algunas tareas pendientes, en el caso de las niñas y adolescentes trabajadoras del hogar, es fundamental desarrollar estrategias que impidan la participación de niñas en esta ocupación. El caso de las chicas controladas por las "madrinas" grafica el máximo grado de explotación. El nivel de vulnerabilidad de las más pequeñas es alto y ésta es una ocupación que puede ser riesgosa para un adecuado desarrollo psicológico de la niña. En el caso de las adolescentes, que nuestra legislación admite en capacidad de trabajar, se debe velar por el respeto de sus condiciones de trabajo, muy particularmente por la asistencia obligatoria al colegio y el pago de un salario.
1.Es necesario precisar que en entrevistas a las dirigentes de asociaciones de trabajadoras del hogar se nos indico la resistencia de los empleadores a permitir la asistencia al colegio. En nuestro caso no hemos podido confirmar esta hipótesis.
Asociación Grupo de Trabajo Redes. Información sobre la situación de algunas trabajadoras del hogar de 12 a 17 anos de edad que estudian en programas de educación de adultos de Lima Metropolitana. Lima. 1999.
W. Alarcon. Trabajar y Estudiar en los Andes. UNICEF. Lima. 2000.
Loza M.-Luza et. al. Así, Ando, Ando como Empleada. IPROFOTH/IPEC. Lima.1990.
Bonnelli et. al. "Se busca empleada", en: Ius et Veritas. Ano IX. n 8. Lima. 1999.
Loza et. al. Así, Ando, Ando como Empleada. IPROFOTH/IPEC. Lima. 1990.
7.Varios autores. Las trabajadoras del hogar y la educación. Tesis del Instituto Superior Pedagógico de Monterrico. Lima. 1983. (citado en Loza M. Y otros).
8.Asociación Grupo de Trabajo Redes. Información sobre la situación de algunas trabajadoras del hogar, de 12 a 17 anos que estudian en programas de educación de adultos de Lima Metropolitana. Lima. 1999.
9.Bonelli et.al. "Se busca empleada", en: Ius et Veritas. Ano IX. n 18. Lima. 1999.
10.W. Alarcón. Aspectos legislativos sobre el trabajo doméstico infantil en América Latina. 11. Ponencia presentada a la reunión Ninez Trabajadora en Hogares de Terceros. Lima. 1999.